Un oportuno Golpe de Estado

erdogaanA Recep Tayyip Erdogan le ha llovido del cielo un oportunísimo Golpe de Estado que, afortunadamente para él, fracasó a las pocas horas. No parece que se trate de un Golpe de Estado orquestado por el propio Erdogan, a pesar de lo que muchos sospechan, pero yo, al menos, no descarto que se trate de un golpe instigado por el entorno cercano al presidente, tal vez sin su consentimiento. Ya se sabe (o debería saberse), que los servicios de inteligencia y las instituciones de país están siempre por encima de sus dirigentes y que no sería la primera vez que, incluso para favorecer al mandatario de turno, los mecanismos soterrados del Estado, las cloacas de la política, pusieran a funcionar su maquinaria sin órdenes directas del primer gobernante y con riesgo de su propia vida. Al fin y al cabo, los intereses económicos, sociales o políticos de quienes se mueven por el subsuelo del Gobierno de un país, son más importantes que la persona que esté al frente de la nación en cada momento y suelen sobrevivirle.

Decimos que a Recep Tayyip Erdogan le ha llovido del cielo un oportunísimo Golpe de Estado porque, aunque distrae de algunos de sus intereses (como hacer imposible la vida a los kurdos), le pone delante la oportunidad de «limpiar» y «purgar» del ejército, los tribunales y la escuela a cuantos le molestan, tengan o no que ver con la autoría del golpe.

Al parecer, el desconcierto con el que obró el partido de Erdogan (el AKP) durante los primeros compases del levantamiento militar, el hecho de que no fueran pocas las unidades del ejército movilizadas o de que se entablaran encarnizados combates con la policía afín a Erdogan pueden ser argumentos para defender suficientemente la tesis de que el golpe no fue autoprovocado. Además, es cierto que el descontento cundía entre las tropas mucho antes y que los servicios de inteligencia, según se ha podido conocer, habían advertido ya de 15 alertas de Golpe de Estado en los pasados seis meses. Erdogan ya había reaccionado y había ordenado varias detenciones de militares afines a Fetulá Gülen y se habían anunciado más detenciones. De hecho, parece claro que el golpe de Estado estaba preparado para un par de semanas después, a finales de julio, justo antes de que se celebrara el Consejo Militar Supremo, una cumbre entre ejército y gobierno en la que se deciden las promociones y las expulsiones o amonestaciones.

No podemos descartar, sin embargo, que, en este estado de cosas, la táctica de la inteligencia gubernamental haya sido provocar anticipadamente el golpe de Estado, anunciando las nuevas detenciones, para que se destapasen las fuerzas opositoras y para que la precipitación lo hiciera fracasar.

Sea como fuere, Erdogan había sido avisado con la suficiente antelación por el MIT, los Servicios de Inteligencia turcos (y no por su cuñado, como el presidente turco aseguró luego), de forma que cuando los golpistas de las fuerzas de la Armada llegaron a su habitación de hotel en Marmaris (donde supuestamente se alojaba), Erdogan ya había volado rumbo a Estambul. Allí, dado que los golpistas ya habían tomado el aeropuerto Atatürk, su avión tuvo que entrar con una matrícula comercial falsa. Es cierto que  el avión presidencial fue perseguido por cazas del ejército y que éstos no lograron bombardearlo, un argumento a favor de los conspiracionistas que piensan que todo fue orquestado para poner en bandeja al presidente la excusa perfecta para declarar el estado de sitio.

Más aún. En Estambul le esperaba el  Primer Cuerpo de Ejército, que le había prometido lealtad y que, al parecer, estaba esperándole porque conocía de antemano, también, que el golpe de Estado se iba a declarar ese día.

La reacción desmedida de Erdogan, con más de 10.000 detenidos, entre militares, jueces y maestos, 15.000 funcionarios suspendidos de funciones y la retirada de licencia de más de 21.000 profesores, parece una forma de venganza contra los seguidores de Gülen (un clérigo musulmán que, aunque extremista, predica la democracia y el entendimiento con otras religiones), a quien se ha proclamado autor del golpe y que ya figuraban en una especie de «lista negra» y contra los que, sin embargo, no podía actuarse con la ley en la mano.

frentesinyar300Además, la situación en Turquía era ya bastante insostenible. Por un lado, Erdogan ha combatido durante años a los kurdos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que reivindican la independencia de sus territorios, fronterizos con Irak y Siria. Este territorio era un polvorín desde 1984 y hasta que en 2009 se inició un proceso de paz que ha molestado a muchas facciones militares pero que, en realidad, sólo existe sobre el papel y ya ni eso, porque desde el nombramiento de Binali Yildirim en mayo como primer ministro, se ha manifestado a los medios del país, en muchas ocasiones, que el diálogo se ha roto y que no existe posibilidad alguna de negociar. Además, el lenguaje ha cambiado y los términos más frecuentes en Yidiri y Erdogan son «purga», «limpieza» y «victoria total». Que nadie se llame a engaño, Yildirim no es la causa. Ya antes de su nombramiento, entre diciembre de 2015 y enero de 2016, el ejército turco realizó ataques contra el PKK y sus territorios.

Algunas fuentes del PKK aseguran que Erdogan, a pesar de sus consignas antiterroristas, sólo aplica éstas contra los kurdos reaccionarios y no contra el ISIS/DAESH con quien, en realidad, está en connivencia. No existen pruebas, pero sí testimonios de que los combatientes del DAESH han prestado ayuda al ejército turco a cambio de armas en los combates contra los kurdos sirios. Dos periodistas del diario Cumhuriyet, el jefe de la oficina de Ankara, Erdem Gül y el redactor jefe Can Dündar, fueron encarcelados y se fallaron contra ellos sendas condenas de cinco años y cinco años y diez meses de prisión respectivamente por el delito de «Divulgación de Secretos de Estado» al divulgar un vídeo en el que se sugería que los servicios secretos entregaban armas a los yihadistas. No se olvide aquí, aunque no entraremos en ello, que con Erdogan la islamización del país ha ido en aumento.

Por otro lado, el 20 de mayo de 2016, pocos días antes del nombramiento de Yildirim, una enmienda de la Constitución posibilitó el levantamiento, de aplicación inmediata, de la inmunidad parlamentaria de varias decenas de diputados que no eran, precisamente, del AKP, sino de su principal opositor, el Partido  de la Democracia de los Pueblos (HDP), en el que se integra el PKK. Un año antes, en abril de 2015, el régimen turco incremento de forma fulminante endurecer las condiciones de Abdullah Öcalam, líder del PKK y detenido por el MIT en 1999 en Kenia, con la colaboración de las autoridades keniatas, por lo que el Tribunal  Europeo de los Derechos Humanos (TEDH) no consideró ilegal la detención.

Tras el golpe, el Consejo de Seguridad Nacional se reunía de urgencia presidido por el propio Erdogan y adoptaba medidas muy severas que restringían los derechos constitucionales de libertad de movimiento, de reunión y de expresión. A partir de ahora, este dictamen permite a las autoridades imponer toques de queda, impedir el tráfico rodado y peatonal por determinados lugares a voluntad de los delegados de Gobierno en cada provincia, realizar registros sin autorización judicial previa o prohibir o censurar publicaciones en prensa, radio y televisión, tanto en el país como  las publicadas en el exterior, así como de actuaciones culturales, sean obras de teatro o cine. Además,  la medida obliga a las personas que quieran trasladarse a diversos puntos del país a solicitar un permiso especial. Finalmente, los trabajadores podrán ser despedidos sin tener en cuenta los convenios laborales, excepto en condiciones especiales.

Todo parece apuntar, pues, a que este Golpe de Estado fracasado, haya sido organizado o  no por Erdogan o (como personalmente sospecho) auspiciado, ayudado o favorecido por el MIT para impulsar las políticas represivas de Erdogan y su gobierno utilizando el caldo de cultivo que ya se encontraba en algunas capas del ejército, ha beneficiado a Erdogan y le ha dado la excusa perfecta para endurecer medidas contra sus opositores (especialmente el PKK y Gülen, pero mucho me temo que no tardarán en extenderse a todo el HDP) e imponer una autocracia que poco o nada tiene que ver ya con la democracia. Y, lo que es más importante, imponerla a costa de la débil protesta europea, quien por una parte se escuda en que se trata de una reacción ante un golpe a la democracia (¿qué democracia?) y, por otro, está atada de pies y manos gracias al convenio sobre los emigrantes Sirios que los propios Estados miembros firmaron con Erdogan. Así está el juego: O Europa consiente el abuso y los recortes de los derechos constitucionales de la población turca y las represalias, seguras, contra el PKK, el HDP y los Gülemistas o Erdogan abre las fronteras a los emigrantes para que se extiendan por Europa.

 

Fuentes de información utilizadas:

Haz clic para acceder a 2011_PremioDefensa2010_Mod_Invest_Mil.pdf

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/20/actualidad/1469030085_050624.html

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/21/actualidad/1469096964_449068.html

DEMIRTAS, Selahattin: «El Hombre que se cree un sultán» en Le Monde Diplomatique en español, Año XX, nº249, julio de 2016. (pp. 1 y 4-5)

GAVERIAUX, Laura -Maï: «La guerra sucia del presidente Erdogan» en Le Monde Diplomatique en español, Año XX, nº249, julio de 2016. (pp. 4-5)

 

 

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